Mª Victoria Reyzábal. Exposición «Incógnitas» en la Xunta de Galicia de Madrid.

LA LIBERACIÓN DE LA MIRADA

 Cada talla, cada modelado, cada figuración en hierro…, muestra las cavilaciones sobre el mundo y los anclajes humanos de la autora que explicitan su musicalidad e ironía, junto al buscarse a sus anchas por el laberinto de la identidad. Plasma la contemplación desde el otro lado de la rutina, desde esta orilla a la que nos ata la limitación de nuestros sentidos, lo cual conlleva despejar, dudar y permitirse el destello del interrogante. Pero en estas piezas no hay inseguridad ni temor, la artista penetra, despejada de inseguridades, hacia la cimentación de sus proyecciones como una visionaria que, creo, aún podrá avanzar más por sus despliegues desconvencionalizadores.

Tránsito

Ahora que estamos en la época de los autorretratos obsesivos resulta fundamental reflejarse en otros espejos que no sean los de la simplificación repetitiva de la mirada (“Géminis”). Que el artista plasme visiones tiene que permitirnos traspasar los muros de lo cotidiano, de lo costumbrista, ahora que ya estamos a un paso del transhumanismo, de sobrepasar nuestra esperanza de vida y para ello, más que nunca, necesitamos el arte, la plasmación de las utopías, el reproche de lo injusto, la ofrenda de una realidad que no pose sumisa para el creador ni para el público, que no se adorne con chorretes ni colorinches sino con metáforas, con símbolos, con ofertas de la naturaleza, alterando la tradición pero sin romper artificialmente el canon, a menudo traspasando o tensionando la lógica con trasvases semánticos sobre la materia; en definitiva, la convención está para trastocarla, aunque aquí no se niegue, pues desde la consideración de la escultora la raíz es vuelo, los refugiados sujetos a los que les roban la identidad, salvo la de su encarnación para el naufragio durante el gran diluvio de las guerras (“El tránsito”).

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Ausencia

Para dialogar con estas composiciones hay que modificar la mirada, escuchar la ternura de la madera (“Ausencia”), el atrevimiento osado en la forja del hierro, lo primigenio del barro, después descubriremos que en ese recorrido hemos seguido, en travesía placentera, huellas poéticas, porque los volúmenes susurran su lírica quieta y tridimensional, reordenando desde ella el espacio. Algunas piezas parecieran surgir como desafíos ante las dificultades de la fragmentaria comunicación de nuestra sociedad, por eso sugieren preguntas en cuanto partes de la naturaleza, de cuerpos (Serie “Fragmentos”) que remiten a un requerimiento emotivo-cultural, a un paralenguaje de sinécdoques, como si las partes explicitaran el todo con más fuerza, en otra dimensión distinta al mencionado convencionalismo.

No contemplamos composiciones que nos remitan a un arte del divertimento o al adorno decorativo para agradar a aquellos que desprecian la novedad medida, que se fatigan tanto con lo establecido como con lo rupturista, sino que observamos piezas que ofrecen una propuesta personal para reflexionar sobre una nueva ortodoxia o tradición modificada con la finalidad de romper mitos, purezas o rutinas de la visión y el tacto (“Reflexión”). No hay ternura en el discurso de las formas, pero sí amor, así la autora desgaja el forjado del consentimiento social para que nos interroguemos por nuestra identidad real, responsable o no, pero siempre fluida.

En la actualidad, las formas de representar muestran las mismas confusiones del mundo, revelan el rompecabezas de las contradicciones propias de esta época con principios éticos cuestionados o abandonados (“La edad de la conciencia”), sin embargo para leernos necesitamos tanto de la ciencia como del arte, y de este con el agregado de que incorpora además la tensión emocional, pues su plasmación especulativa no renuncia a lo conceptual, se manufactura en este caso en el bucle que une realismo y vanguardia de manera inacabada, en proceso, pulida y áspera a la vez, escenografía del interior de las cosas y los seres, sujetos estos que también el mundo cosifica para manipularlos. La exposición de Paz Santos profundiza en la pretensión de afectar nuestras conciencias, de provocar el pensamiento crítico sin eludir el goce de contemplar la circulación de la vida entre las obras que evocan como ángeles (“Air”), simples humanos o quimeras. ¿Qué somos? ¿Quiénes? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué nos identifica?

Si, como decía Chagall, el arte es una expresión del alma, creo que hoy, con la evolución del 3D, también es un logro artesanal del cuerpo siguiendo el imaginario de la mente inspirada, de ahí la sabiduría de esta muestra, en la que confluyen armónicamente el dinamismo de lo real y la plasmación estética de lo inquisitivo.

 Mª Victoria Reyzábal

 

Paz Santos escultora
Paz Santos, escultora

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