Vicente Llorca. Exposición «Utopos» en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

LO QUE QUEDA DEL DÍA

No hace ya tanto que aún podían decirse tranquilamente cosas del tipo de «Los materiales varían mucho y son sencillamente materiales: formica ( …) Son específicos y si se emplean directamente, son aún más específicos. Además, suelen ser normalmente agresivos. Hay cierta objetividad en la identidad inalienable de un material»(l). Los adjetivos eran abrumadores: tanta especificidad, tanta objetividad… Era la época de lo «específico»; era la época de lo «Objetivo»; la época de lo «Inalienable». Al final, tanta claridad daba lugar al único discurso posible: el de la tautología. Es decir, si veíamos un cubo de metal, una repisa de formica, por mucho que se empeñaran en atribuirle una nítida propuesta sobre la presencia; una clara superación de «Los límites del ilusionismo», una muestra de arte, de escultura minimalista, el único discurso que daba lugar era al de la evidencia: esto es un cubo de metal, aquella una repisa de formica. ..

         Alguien lo dijo claramente: «Entonces el contenido si es que vamos a tomar la obra por su valor aparente, no debería ser más que el conjunto de una serie de afirmaciones relativas a la obra: que es de tal o cual forma, ocupa un espacio determinado, está pintada de tal color y hecha de tal material»(2) .Qué apoteosis del aburrimiento, qué despliegue de la evidencia. ..Si de cualquier exposición, de cualquier objeto artístico no podía sino repetirse en última instancia la ñoña evidencia de su descripción; si de tanto objeto artístico sólo queda al final la descripción que podría .hacer un niño -«cubo»; «mesa»; «hierro»- uno se pregunta por qué seguir inundando el planeta de tanto objeto evidente.

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¿ Tanto tiempo ha pasado? Tanta exposición tautológica; -tanta escultura cuyo único discurso parecía poder ser el de «casa»; «cubo»; «grande»… años de exposiciones de piezas escultóricas, que dejaban literalmente mudos a los asistentes-, entre copa y copa. » ¿Qué te ha parecido?» -se atrevía a preguntar alguien. «Muy fuerte», contestaba uno, atragantándose. Otro, .menos literario, podía responder «Muy grande». Alguno, en respuesta a tanta evidencia, debería haber -se quedado mudo -y de hecho lo estaban. El artista, uno de sus amigos, un crítico de patillas largas, dueños del secreto, podían aseverar que los otros no habían leído sobre el final de la ilusión; el nuevo feliz advenimiento de la presencia; la objetividad al fin. «Tanta objetividad me ha dejado mudo», respondió otro. Y se volvió a la copa.

Qué aburrimiento de años. Qué aburrimiento de materiales. Qué hastío de presencias puras. Qué pesadez de críticos. Qué pesado se ponía el artista. Cómo se estaban aburriendo los amigos en la inauguración. Qué aburrido estaba el galerista, -qué poco se hablaba, excepto de las ventas, que no llegaban.


Qué difícil estatuto el de la escultura, en estos años. Independientemente de que todo el mundo hubiera leído el artículo de Rosalind Krauss sobre «El campo expandido»(3), la evidencia era la de que, ausente de su fundamental estatuto conmemorativo; carente de su función funeral o simbólica, la escultura era -siguiendo la ya sabia advertencia de Baudelaire- una actividad insólita en la modernidad.

Referencia a «lo otro»; lo otro se cuela siempre como referencia inquietante. Siempre aludida, nunca resuelta enteramente. «Utopos», título de esta exposición, alude ya a una repetición inquietante. La del lugar que es, pero no es. Habrá que descifrar. Pero esta es ya una operación de lo ausente, una operación interminable, -por definición.

Si hay una operación de desciframiento; si aparece el ilusionismo; si hay una lectura, siempre, esta es una tarea de «lo otro». Lo que no es evidente. Lo que alude a una otra parte. Nunca presente; nunca totalmente ausente. Alegoría: del griego «otro» que es dicho, aludido.

En una de las principales piezas de la exposición de Paz Santos, » Abecedario», unas letras recorren la pieza, espiral de Mobius, interminable por definición. La letra siempre alude a otra cosa; siempre es signo de una lectura posible. No surge como objeto evidente -pues la evidencia es siempre formal, carece de una segunda lectura. y la letra es aquello que posibilita la formación del signo. Por definición «Lo que está en lugar de de la pieza, aludiendo a un otro recorrido. Que tampoco es evidente.

Escultura como representación del objeto. De libros, en este caso. Pero si hay un objeto poco objetual, por excelencia, este es el libro. Pues todo en él funciona como signo. No nos interesa nunca como objeto evidente, sino precisamente por la operación de lectura que posibilita. Un libro es un signo, susceptible siempre de ser descifrado. Su presencia es la alusión aun otro. Otro espera, nunca completamente presente; nunca completamente olvidado.

(Alguien podría decir que qué ocurre entonces con el bibliófilo, figura del fetichista por excelencia, que alude a los libros, los persigue y .los contempla nombrando la fecha de publicación, el papel, los tipos de composición o el material de la cubierta. Pues que nos encontramos con la apoteosis del desciframiento, podría responder otro, operación tan sacralizada de la lectura, del texto, -que sólo se realiza bajo la forma de la admiración, del coleccionismo. Como en el fetichismo, sublimación metafórica y reverencial del amor).

En varias de las piezas de Paz Santos surge la figura, mínima, expectante, simple alusión que espera o permanece entre las bibliotecas, los escenarios. Esta figura sugiere siempre la presencia de un relato independientemente que podamos descifrarlo o no. Esta, la narración, había quedado proscrita por el puritanismo de la vanguardia. Su presencia es de nuevo la de un «texto» I que acompaña a la representación. Puede ser leído, puede ser más o menos inteligible- nunca del todo, por supuesto.

La figuración en la escultura supone que ésta va a jugar de nuevo con lo que, al igual que en la pintura si bien en menor grado, siempre había sido uno de sus componentes: el ilusionismo. Frente al puritanismo de años anteriores, en esta ocasión nos encontramos con lo que en otros lugares aparece como una «perversión» de la disciplina: el surgimiento de una disciplina que no duda en recurrir ala fotografía, ala pintura- a la imagen, en general.

» Si, para Krauss, el siglo de la postmodernidad es un campo expandido artístico, para Crimp es un retorno del «teatro» (convertido en tabú por la modernidad tardía), y para Owens es una «erupción del idioma» (también «reprimida») y, más aún, un nuevo impulso postmodernista, de carácter «alegórico» o desconstructivo»(4).

Aceptar la imagen en la escultura; aceptar la escenografía, la reconstrucción de escenas más o menos complejas, supone esta «transgresión de los límites» que caracterizaba al posmodernismo frente alas tendencias formalistas de la modernidad.

Escultura de Paz Santos
Biblioteca con espejos

Figuras del laberinto: en una pieza -«Biblioteca con espejos»- el personaje se enfrenta a esta figura del laberinto, recorrido sin una dirección, sin resolución al final. No es casual que este encuentro se produzca en el espacio del libro -del texto. Pues éste supone siempre un recorrido sin una dirección determinada; una labor de desciframiento que, por definición, nunca se culmina.

(Ya se anunciaba el texto en una pieza anterior, «Bblanco». En la que a la perfección formal de la misma se añadía el título-, evidente por otra parte. Pero esta inclusión del texto en la pieza ya anunciaba que su aparición no era, no podía ser, meramente formal. Pues el texto nunca es indiferente; nunca es inmediato. Sino que remite ya aun ulterior: un desplazamiento, un más tarde. Un aviso que debe ser descifrado. Posteriormente.)

Operaciones de la escultura, de la imagen. Después del largo día, de su difícil constitución, del hastío de la modernidad. Al final del siglo: un texto, mínimo; un relato, breve. El difícil equilibrio de una tarea que alude siempre aun otro-. Espúrea, inestable-, instalada quizá en una actividad que ha renunciado para siempre aun imposible límite. Sólo en su pequeño, breve desciframiento, mínima exposición, quizá, cabe realizar los nuevos objetos, los nuevos relatos.

(1) Donald JUDD «Specific Objects» Arts Yearbook, 8, 1965.
(2) B. ROSE » ABC Art» en Minimal Art. A critical Anthology E.P . Ducton, N. York, 1968.
(3) Rosalind KRAUSS  «La escultura en el campo expandido» incl. en Hal Foster ed. la posmodernidad Barcelona, 1985.
(4) Ha! FOSTER «Re. Post» en Atlantica n° 1 las Palmas, Mayo 1991.

 Vicente Llorca

Crítico de Arte

Paz Santos escultora
Paz Santos, escultora

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